Ahí funcionaba una mina de oro que llevó habitantes permanentes y un incipiente desarrollo en la zona. Pero esa época de esplendor pasó y el caserío quedó abandonado. Ahora no vive nadie, pero dicen que igual hay "habitantes".
La localidad ullunera de Hualilán, ubicado a 128 kilómetros al noroeste de la Capital, hace décadas brillaba gracias a la extracción de oro en las minas que llevan el mismo nombre. Hace cien años era toda una ciudad: No sólo se encontraba la planta de procesamiento sino que la rodeaban depósitos, casas, una iglesia y corrales para proteger a los animales. Eso era antes. Ahora, el olvido lo cubre todo.Sin embargo, quienes han estado ahí coinciden en que es algo más que un pueblo fantasma. Lo que uno conoce como pueblo fantasma es, en sí, un lugar con casas abandonadas. Y nada más. En Hualilán, por supuesto, no vive nadie. Pero sí tiene habitantes. Al menos en eso coinciden muchos de quienes por curiosidad, diversión, estudio o trabajos de exploración minera han tenido que pasar una o varias noches allí.El relato coincide siempre. Gritos y gemidos que suenan como si vinieran de adentro de las construcciones abandonadas se mezclan con el característico ruido de las cadenas que se arrastran por el piso y las paredes. Algunos alcanzan a ver, incluso, tenues luces entre las que parecieran percibirse rostros devastados por el sufrimiento.Una escena de terror en la que los testigos no son más que espectadores. Esos entes parecen absortos en sus propias desgracias. Quienes son sorprendidos por la noche allí están obligados a escuchar y ver, pero no son atacados ni agredidos.Quienes no pueden con esto y necesitan darle una explicación, ya han generado dos versiones. Unos aseguran que los ruidos fantasmales son producidos por el alma en pena de quienes, durante la colonización, trabajaron en ellas como esclavos. De más está decir que recibían un tratamiento feroz y que muchos murieron porque no lo resistían. La otra versión señala que son los fantasmas de los presos que fueron alojados allí cuando, en la época de Federico Cantoni, funcionaba una cárcel en las instalaciones mineras. Aseguran que a ese lugar eran enviados los reos desde la Capital, siendo torturados y, muchos, ajusticiados.Esa es la leyenda. Por su lado, las minas de Hualilán se cuentan entre las de mayor antigüedad del país respecto a la extracción de oro. Los primeros en explotarlas fueron los aborígenes de la zona y después los incas. En la conquista se beneficiaron los españoles con los yacimientos. Durante la guerra de la Independencia y luego la organización nacional la explotación del oro decayó hasta que resurgió a finales del siglo XVIII.
La localidad ullunera de Hualilán, ubicado a 128 kilómetros al noroeste de la Capital, hace décadas brillaba gracias a la extracción de oro en las minas que llevan el mismo nombre. Hace cien años era toda una ciudad: No sólo se encontraba la planta de procesamiento sino que la rodeaban depósitos, casas, una iglesia y corrales para proteger a los animales. Eso era antes. Ahora, el olvido lo cubre todo.Sin embargo, quienes han estado ahí coinciden en que es algo más que un pueblo fantasma. Lo que uno conoce como pueblo fantasma es, en sí, un lugar con casas abandonadas. Y nada más. En Hualilán, por supuesto, no vive nadie. Pero sí tiene habitantes. Al menos en eso coinciden muchos de quienes por curiosidad, diversión, estudio o trabajos de exploración minera han tenido que pasar una o varias noches allí.El relato coincide siempre. Gritos y gemidos que suenan como si vinieran de adentro de las construcciones abandonadas se mezclan con el característico ruido de las cadenas que se arrastran por el piso y las paredes. Algunos alcanzan a ver, incluso, tenues luces entre las que parecieran percibirse rostros devastados por el sufrimiento.Una escena de terror en la que los testigos no son más que espectadores. Esos entes parecen absortos en sus propias desgracias. Quienes son sorprendidos por la noche allí están obligados a escuchar y ver, pero no son atacados ni agredidos.Quienes no pueden con esto y necesitan darle una explicación, ya han generado dos versiones. Unos aseguran que los ruidos fantasmales son producidos por el alma en pena de quienes, durante la colonización, trabajaron en ellas como esclavos. De más está decir que recibían un tratamiento feroz y que muchos murieron porque no lo resistían. La otra versión señala que son los fantasmas de los presos que fueron alojados allí cuando, en la época de Federico Cantoni, funcionaba una cárcel en las instalaciones mineras. Aseguran que a ese lugar eran enviados los reos desde la Capital, siendo torturados y, muchos, ajusticiados.Esa es la leyenda. Por su lado, las minas de Hualilán se cuentan entre las de mayor antigüedad del país respecto a la extracción de oro. Los primeros en explotarlas fueron los aborígenes de la zona y después los incas. En la conquista se beneficiaron los españoles con los yacimientos. Durante la guerra de la Independencia y luego la organización nacional la explotación del oro decayó hasta que resurgió a finales del siglo XVIII.
Tomado de Diario de Cuyo
1 comentario:
La energia de esas alamas en pena seguramente quedo atrapada en ese oscuro, fantasmagorico, lugubre lugar, donde fueron doblegados, maltratados y humillados sufriendo la esclavitud, uno de los flagelos mas grandes de la historia de la humanidad.
Me compadezco de ellos, aunque a pesar de ser un apasionante misterio que te invita a ser visitado espero que esas almas encuentren la luz y se liberen.
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